Se arregla su cabello lacio y negro como sus ojos, lo acusa de ser infiel e inmaduro, le increpa su edad. Lo niega, me sonríe con los ojos. Ella me pregunta si le creo -bebo más café y muerdo un durazno- respondo; los bogas en una mano tienen la botella y en la otra el floro. Se ríen.
Con la voz agría y chillona, cuestiona cómo hace con su conviviente si trabaja todos los días. Agrego, sino le reclama tiempo. Me dirige la mirada y se ríe. Entonces, tienes trampas o amantes y no mientas, ah, que se nota, todos los abogados son iguales-toma más café-. Le propone si quiere ser su trampa y planifican la estrategia, nos reímos.
Cuál es la diferencia? Lanzo la pregunta. Ser trampas es hacerlo por mutuo gusto no hay más. En cambio, de amantes tiene que haber inversión y atenciones. Serías imbécil si te consigues una amante teniendo hija y mujer, le mira molesta.
No, nunca he sido amante, pero no me interesa ser la trampa. Muerdo otro durazno y me sirvo más café, les ofrezco más duraznos. Ella toma uno más y se queda pensando. El se sonroja, me mira intensamente. Me río mientras expreso que la experiencia no se desperdicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario