Estarás pensando en mí como yo en ti? Esta bien, no volveré a preguntarme lo mismo. Mi cuerpo, mi mente se han fracturado. Pongo a prueba mi "queerismo" de la bella época veinteañera, sin embargo, los años ya no son de los veintes.
Las emociones eran fluctuantes, a veces me dabas rabia con tu insistencia berrinchuda, otras me daba risa tu espíritu impetuoso y en ocasiones cantaba las canciones que tanto te gustaban como a mí.
Me hubiera gustado tomar la forma de ese ser que, también, complace tus
deseos carnales. No puedo oler, ni saber, ni pensar como lo que no fui
arrojada a esta tierra; hembra.
Con un ojo más ciego que el otro, pero no menos vigilante y atento, escudriñaste hasta el tipo de cabello que tenía, claro, tratabas de ser -al igual que yo- prudente.
Apagaste las velas cumpleañeras y le diste un mordisco a tu pastel con tal delicadeza que me sentí como una bestia devorando ese cuye frito.
Cuando cumplí tu edad me regalé esa piel de serpiente que ahora es tuya, espero que no olvides nuestro ser uróboro.
No sé cuantos días habían sucedido, empecé a recordar, coger palabras inconclusas, silencios sorteados, errores del subconsciente, re-leer tus textos, los rastros dejados por tus amigos en el tiempo.
Esa billetera estéticamente femenina que me generó curiosidad -no recuerdo tu respuesta, tampoco me importó- estábamos en medio de más personas, con ruido, con calor, con el paradero que se nos acercaba.
Que el mundo se construye a través de las palabras, se construyó uno-en paralelo y a pesar de mi incredulidad-en el que tu y yo eramos una realidad con una vida clásica, sí, con niños, bonsai, gatos, perros, libros, café y películas, y los fines de semana libando y haciendo el gran esfuerzo de evitar la carnicería.
A dónde van todos esos recuerdos que no hemos vivido? Se dice que el cerebro tiene la capacidad de mantener vigente los conceptos (herramientas) que nos son útiles en el día a día. También, se ha comprobado que sí existe el síndrome del corazón roto.
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