Tocaron fuerte la puerta, mientras les decía que esperen un momento, no encontraba la llave para abrirla. Nos estamos yendo, ten estas paltas se van a malograr sino. Les desee buena suerte. El jovencito de sangre chanka de una belleza inigualable se iba.
Baja el arma lo van a matar, hijosdeputa, policias cobardes, déjenlo, lo van a matar! Grité con toda mi voz -hasta quedarme sorda- desde la azotea donde estabamos confinados, eran cerca de las once de la mañana. Un hombre de aproximadamente 50 años, caminaba con su bateria de auto o quizas moto, de esos que se hacen los locos con las justas protestas sociales, en eso viene un policia de frente a apuntarle en la cabeza, luego, cuatro más, y como si fuera una pelota le empiezan a patear, a golpearle salvajemente. El tipo tendido, ensangrentado, se paró por la adrenalina se fue tambaleando y los policias no solo le golpearon sino tambien le robaron.
El día 9 mientras dormía, desperté de golpe sentí que el miedo y la desolación se metían en mi habitación, abrace a mi gato negro como para protegerlo o quizás que éste me protega a mi. Me volví a dormir, soñé que desde el cielo bajaban caballos negros con guerreros, todo un pueblo se sumía en fuego, yo observaba desde la colina, luego, me volvía una sacerdotiza de la epoca medieval y finalmente, huía a una especie de cueva o hueco donde esperaba acariciar a un animal oscuro.
Divagando por las calles rodeadas de sinchis que te apuntan a la cara con sus armas, con la gente citadina silenciada, con un olor a neumatico quemado y con los cantos de guerra de los piquetes por las calles paralelas, arrastraba a mi perra, en eso me topo con mi amigo, el ciclope. Qué te ha pasado, porque tienes los dientes ensangrentados y la nariz también, estoy triste hermana, tengo la sangre de los dos primeros asesinados en Huancabamba. Casi me matan pero me he salvado.
Sentados los tres, tomando chicha moradada como si fuera sangre, nos declarabamos nación chanka.
Desde los piquetes escuché decirle a los sinchis de Lima; se van arrepentir de haber venido aquí, van a conocer quienes somos los chankas, iremos por ustedes. Dicen por ahí que -minutos después- el día que asesinaron con francotiradores a los jovenes andahuaylinos en el Apu Waywaka, un niño de 13 años de las comunidades se acercó a los policías con una dinamita que les hizo explotar, a uno le dejo abierto las tripas, a otros en el suelo, el terror se aporedó y se fueron a los días.
Me acerqué a un grupo de mujeres quechuahablantes, amigas y vecinas de los asesinados de Huancabamba, que les increpaban a los andahuaylinos citadinos -esos que quieren olvidar sus raices y asumirse como blancos para evitar segun ellos ser raceados y criminalizados-; esa gente se ha acostumbrado a que tengamos que estar siempre agachados, dando la otra mejilla, diciendo a todo sí señor, pero, creen que ellos son los unicos que pueden imponer su paz con la fuerza, nosotros también tenemos derechos a imponer por la fuerza nuestra voluntad, no nos vamos a rendir, moriremos todos aunque sea.
Mientras tanto, desde el gobierno, la presidenta sigue ninguneando, criminalizando las justas protestas sociales de las naciones que se han levantado, encima se llena la boca con unas palabras en quechua que aquí todos escupen y rechazan. La sangre está caliente, los vientos están volviendose huracanes. El ave negra de la muerte vuela cerca a nosotros.
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