martes, 29 de octubre de 2024

¿Acaso soy tu spam?

Me quedo mirando fijamente la pantalla del celar, las última conversaciones, me cuestiono si es debido o indebido seguir escribiéndote, buscando cualquier excusa para saber de ti o que sepas de mi.

Qué quiero saber de ti, qué quiero que sepas de mi; si ya me dijiste que no estás interesado en nadie más que en tu arte, en tus adicciones, en tu ser libre y conocer hasta agotar las fuerzas, otros amores, otros cuerpos, otras ciudades, otros países, siempre otros menos lo fijo, lo rutinario, lo estable. Y qué hay de mi, te dije que  quiero lo mismo que tú, y quizás la contradicción es que también quiero la rutina, lo estable, lo fijo porque tu ser me conmueve, me gustaría atraparte y atraparme en tu tela de araña.

Suena el celular, es un spam -¿acaso soy tu spam?- cuelgo, vuelvo a mi rutina, y pienso en las tareas de la semana, en las metas que aún me faltan cumplir, una forma de vivir es tener por qué seguirla. Le cuento mis sueños a mis hermanas, me dicen que es para cambios radicales y una absurda esperanza me hace querer que ese cambio radical seas tú, pero es eso, un absurdo que solo pasa por mis deseos ajenos a la realidad. Mi primera cámara fotográfica cumplió sus 10 años de vida, ha muerto, he muerto con ella. ¿Y en ti qué va ha morir o volver a nacer? 



 



miércoles, 23 de octubre de 2024

Bucle

Las escenas en las que apareces repentinamente, en ocasiones caminando a mi lado, en otras observándome y muy pocas veces sonriéndome, sonriéndonos,  hacen que desee quedarme en el sueño o fantasía, ya no distingo la diferencia -¿importa?- un bucle que se repite como la música favorita del niño que está por cumplir siete años. Me imagino escenas de las mujeres que lloran desconsoladamente al cumplir cuatro décadas y no tienen a su lado al marido, amor de su vida, compañero o como desean nombrarlos, pienso en sus lágrimas y me gusta pensar que las derraman por mi más, luego, me sorprendo y me río, no sé si de su suerte que puede ser la mía, me echo en la cama y me cubro con esa manta fucsia con estampados de Hello Kitty.

Las mujeres -madres de infantes- me preguntan mi edad, a veces les digo un número menor otras veces uno mayor, no les interesa qué hago para ganarme el pan, les importa recomendarme tener un hijo, hija, lo que salga, se preocupan por la soledad que abrazo, se asustan con la idea de que me queden pocos años para poder preñarme y parir, no importa si existe un padre, no importa nada, solo les asusta que existan mujeres como yo, solitarias, que no piensan en quién les cuidará en la vejez, después de entregar toda su juventud cuidando de otros, reteniéndoles a toda costa, bajo el miedo de la soledad y el abandono. Les digo, muchas veces, soy estéril y sus rostros se cubren de un asombro que las dejan mudas, algunas se van o cambian de tema, otras me quieren abrazar como queriendo consolarme.

No, no me gusta el abrazo de desconocidos, no me gusta la lástima de nadie, ni mucho menos si proviene de mi, no me da miedo la soledad ni la muerte, cuando les digo eso, me dicen estás mintiendo, eso no es posible, seguro que guardas un gran dolor, un resentimiento, has pensado en tu niñez, en tus padres, y un sinfín de posibilidades. Reviso el chat y leo el mensaje de mi amigo, quién me dice que le gustaría escribir de la concepción del amor o la posibilidad o imposibilidad de amar a personas diferentes, las que están fuera de la norma. Me alegro y pienso en ello.