Gato sombra ronroneando en su regazo. Los niños del piso anterior gritando como animales sin madre. La lluvia cayendo como el agua de la ducha que recorre sus cicatrices, algunas nuevas otras antiguas.
El sonido del celular, sí, otro adiós más, se queda mirando sin responder, había aprendido que en la vida a veces hay distancias.
El se había ido junto con los cuerpos sin rezar de los muertos por pandemia, un vacío a donde saltar extendiendo los brazos como ave que se atreve a volar por primera vez, ningún chillido se escuchó.
Las naranjas en fila listas para ser cortadas y exprimidas, alimentarían su cuerpo doliente ¿dónde duele?
La noche descubre un lugar dónde ir a soñar o a morir, canto imperceptible para algunos oídos que dan la bienvenida al renacer.
Flores venenosas que alimentan otros cuerpos mientras quitan vida.
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