Me aprieta el pecho como si mis costillas se hubieran encogido o mis vísceras - sí, especialmente ese que le llaman corazón- se hubieran agrandado y explotado - está bien, no han explotado- pienso en mis últimos sueños escarbando en los detalles, algún anuncio, la lectura se da desde el pesimismo, me lavo la cara he intento pensar en que tengo que ser optimista, recordar que la energía puede influir, no, no logro convencerme.
El gato sombra me ataca y me hace despertar de ese limbo, doy un grito de dolor, pero no puedo llorar ni puedo devolverle la agresión -solo está jugando a ser un depredador, soy su presa- decido cortarle las garras pues en mi cuerpo arañado no entran más, sí, necesito que cicatricen.
Mientras echo mi cuerpo sobre la tarima, mis ojos derraman agua, agua como de la mar, ese mar tormentoso que vi en mis sueños hace unos días atrás. Del vacío puede brotar agua como si el corazón bombeara para evitar alguna inundación. No quiero ahogarme.
Las nubes van formando extrañas imágenes, por momentos la luz del sol les da una apariencia algodonada, me imagino que puedo flotar sobre ellas, cambia el cielo de color a medida que va pasando el tiempo, el cuerpo sigue inerte, respirando y latiendo en automático, por momentos el sueño se asoma y por otros las parálisis aceleran el compás cardíaco.
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