Mientras metía mis pies a la tina con el agua helada y concentraba mi energía en que me haría bien a la piel, ¡crash! me quedo con el sonido agudo retumbando unos segundos. La primera vez que se rompió una lámpara también sentí esa distancia helada, era un anuncio similar sobre el vínculo. Me sentí vacía, no sé qué me dolía más si saber que se había roto o que ya no deseaba intentarlo por enésima vez.
Me mordía el cuello con una precisión que hizo que me levantará antes de que empezara a llorar, la habitación aún en penumbra, recorro en esa tenue luz, veo a la perra durmiendo a mis pies. Lupo -el gato negro- pasando su lengua áspera por mi rostro, lo abrazó, quería que caliente mi vientre helado.
A las orillas de la playa, con gente, con calor y con una imagen contrastante todo alentadora pero a la vez tristísima estaban por enterrar a Zatrix, no podía creer que se había muerto. Sí, me desperté desolada. Finalmente, tuvo el valor de cortar el vínculo, se fue, nos dejamos ir.
Los días se han ido arrastrando uno tras otro, por momentos con resignación, por otros con rabia y en otras ocasiones simplemente con contemplación. Mis ojos cansados, solo atinan a dormirse al sol para sentir un poco de tibieza en la piel y aprender de otra despedida más. Adiós, mi amor.
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