domingo, 30 de julio de 2023

Remolino de recuerdos

Con cada mordida a la galleta de arroz parecía que descartabas posibilidades, una mirada furtiva al infinito, ese finito que es fulgurante como las estrellas llover. El rojo indio es mi color favorito en mis labios con cicatrices desde la niñez. Preparo mi cuerpo para el traje seductor que usaré. Esta noche seré la felina que caza y se divierte con su victima mientras la tortura lentamente, finalmente, se cansa y se va a dormir con la presa tirada a un costado. No siempre sirven de alimento.

Rasguños varios, mordidas pocas y dolor tolerable. Se posiciona  a mi costado, se ríe, me cuestiona, me río y confiesa que no puede con su ser seductor y apresador, esta vez es la hija de su casera, una bella muchachita de 23 años, me la imagino observándole el cuerpo masculino, sí, de esos que te hacen pensar que es un verdadero viejo sabroso, pasas la saliva y continuas el camino a la cocina o quizás al patio, acaricias unos cuantos gatos y  te dejas caer al sol por unos segundos, sentir su calor a través del sol. Sentir su calor que calienta.

Posa sus manos en mis hombros que coleccionan los ataques de mi gato negro, unos rasguños más o menos profundos ya da igual. Susurra posibles ataques sexuales, me genera curiosidad y me pregunto acaso está proyectando sus deseos, quizás sí, continúa su relato, pone en duda la amistad entre hombres  y mujeres, me esta diciendo que no quiere ser mi amigo, no, el parece imagina ser mi fornicador, ja. 

Coloco mis manos en la posición que me ha solicitado, caen caramelos de colores, más de cinco, me los trago todos de golpe, me encanta sentir la intensidad de los sabores. Me quedo  mirando el horizonte naranja, luego, venus brillando como la estrella entre la tarde y la noche. Nos quedamos mirando el  palidecer  de la tarde. 

Le había dado unas cuantas pitadas a la planta, planificado con cuidado la manera para buscar acercarme, quería saber que me generas si te beso en la boca, si te toco el cuerpo o si huelo tu piel. Me siento cobarde y recurro a las anestesias. Dije que había planificado buscar la cercanía pero el terreno ha sido de rechazo a mi ser añadido con la planta. Retraigo y olvido el plan. 

Despierto de la siesta de la tarde, me preparo un café y acaricio a mi gato que ya me hizo otra herida en la piel, no me importa y enciendo la música, regreso a mi lugar seguro y olvido tocar la  música que los otros me han mostrado. 



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