Fantaseo, a veces a meno a veces cruel, pero aún no obsceno.
Esa noche, después de unas tacitas de té especial, un par de copas de vino, la llama cociendo manzanas verdes, le pregunté si me había visto salir sin lentes, que de noche me olvido de usarlos. No puedo hacer fotosíntesis, soy fotofóbica. Él explicaba sobre cómo hacer chicha morada y mi mente viajaba en escenas de mis futuras películas, en una, aparece esa mujer que le fascina los hombres con cicatrices. Miraba sus marrones ojos pequeños, un accidente, muchos huesos rotos, no despertó de la misma forma en esa oportunidad. Qué haría esa mujer con aquel hombre, le lamería la cicatriz mientras se besan bajo el éxtasis de las drogas que destilan al conectarse. Entonces, agrego, tiene que hervir en fuego muy lento y cerca de dos horas para tener la real chicha morada.
Vuelvo a la cama, después de muchas horas fuera. Entre las sábanas esta mi gato negro, iniciando el ronroneo y emanando su calor que me calienta. Esos rostros a los costados que me miran como muertos, cayendo en el proceso de putrefacción, los veo, no me asustan, están ahí frente a mi cara a menos de 50 metros, cierro los ojos y me dejo caer.
Reflexiono mientras me pinto la boca de rojo sangre como la que se seca después de un crimen imaginario, son solo gotas que torpemente salen del corte que acompaño a la de las tajadas de camotes. Acaso a los hombres les gusta ver como las mujeres bonitas pierden los estribos frente a ellos o quizás a causa de ellos, quieren verlas agresivas, quizás salvajes, no solo quieren que se vuelvan sensualmente locas, mujeres sublimemente perdiendo los papeles, siendo un poco más morbosos, bajo el sol del campo cerca al rio cerca de las aceras urbanas, mujeres con los pies desnudos chapoteando en las orillas de los ríos, con sus sonrisas burlonas, agresivas, dramáticas sexuales.
Sí, me gusta ver cómo van creciendo mis dos o tres canas, me gusta mi cabello negro, me gusta tus ojos marrones y tu voz arrulladora, me gusta tu sonrisa, me gustas musa. Claro, la nueva pastelería tiene los mejores muses de maracuyá y chocolate, pienso que tú sabes a eso. Saboreo el primer bocado, y el segundo y hasta que al final me quedo con ganas de más mus, musa.
Que parece que siempre se acaban las historias que contar, que inventar, un día quieres dedicarte a ser una escritora que escribe las novelas, los cuentos que tanto te gustaría contar, las canciones, cantar y cantar como si fuera un ave en extinción, de esas que también le gusta bailar, volar y brillar.
Me manda un mensaje preguntado donde estoy, le llamo, le indico que estoy a unos minutos de él, me digo que ser grosera no está bien que haga el esfuerzo de portarme bien, vamos por unos tragos, saca unos cuantos libros que me cambian el humor, parece que ese hombre es un mago. Sí, le di un beso en la frente, le pagué el trago y le agradecí por haberme regalado su tiempo y hacerme entender que la poesía era eso.
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