Me quede con su pregunta; por qué ya no hay kairos entre nosotros, escarbe en mis pensamientos, no quise responderme, no quise darle mayores explicaciones y me fui. Me sentí absurda por negar mi vulnerabilidad, acaso no es humano esperar algo de amor que fluya de ambos lados.
Mis pensamientos pasaban como el viento que te hace correr por tu sombrero, como el agua de río que te enfría los pies mientras el sol calienta tu cabeza. Escribió que estaba harto de esa maldita mentira, que le siga hablando de ese imbécil que ni lo conoce y que ni se atreve aceptarse en su vulnerabilidad que se reflejan en mis ojos. Sé que me rechaza por miedo a esto.
Somos frágiles, somos vulnerables, no queremos que otros nos hagan daño o hacerles daño, claro que no quiero eso hasta que me siento orillada. Actué en base a esa vulnerabilidad a esa fragilidad que como dicen las frases de la internet no es la de una flor sino la de una bomba. Exploté. Ataqué sin piedad pero con sorpresa, dejé la tierra más árida de lo que ya estaba. No hay agua, no habrá flores.
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