Un taper con galletas de vainilla cubiertas de chía es compartida entre los amigos, leales y fieles a las causas justas del espíritu. Risas avivadas por el fuego contenido en la moderna estufa. Lo que me partió el corazón fue cuando todas las niñas, humilladas y agredidas por el patán de la clase, abrazaron a su madre, tratando de secarles las lágrimas y consolarla, no es tu culpa tener un hijo que te haga sufrir, no es tu culpa derramar lágrimas al darle tres chicotazos después de escuchar los testimonios de todas -mientras lloraban- no es tu culpa ser madre de ese niño dolido. Perdón les pidió a las niñas mujeres que humilló, abrazó y se puso a sollozar en el regazo de su madre ante el ajusticiamiento merecido.
A mi me gustaba imitar las voces de los auxiliares, expresó, mientras esperaba que termináramos de comer. Llego el imitado, retando a todos a conocer quién era el gracioso que hacía eso, todos en silencio. -ah, no van a decirme entonces se quedarán haciendo lagartijas hasta las tres de la tarde. En silencio y con la consigna de que "yo no soy soplón, antes muerto que soplón". Claro, antes la gente sabía de lealtad, del fuente ovejuna, de ser lo que sea menos un traidor y desleal.
Entre risas y risas, ella comentó; "yo tengo la concha de piedra", no dejaron de reír hasta curarse el alma. El pelirojo antes de partir le dijo al oído; "no vemos, ave", "dama de la concha de piedra". El dibujo lo dejó para ti, tu que eres la Reyna del Apu Tirhuaylla.
El recreador de mundos, el artista plástico, le ofreció compartir la planta, dieron una vuelta, se sentaron cerca a la pareja de piedra, cuyo instante retratado es un paso de carnaval, es un paso de lucha de resistencia, la batalla será espiritual. Un par de caladas y le mostró el abismo que retrató, sí, parce, tuve que agarrarme del árbol de la vida para no caerme en ese abismo, vi las nubes haciendo sombra, vi la lluvia cayendo por todo el valle. Ese valle que grita libertad, ese valle que contiene deseos de justicia, ese valle que se llevó como ofrenda seis vidas. Se miraron a los ojos y se dijeron hasta la próxima vez en la que podamos caminar de noche, en la que podamos acampar con el permiso de la Pachamama.
La noche es musa, la noche se hizo eterna entre el baile desenfrenado que despertó lujuria entre los presentes, que invitó al carnaval de sangre. En eso encontró un encendedor amarillo. Se dijo, tengo con qué encender el fuego. Y en un chasquido, se hizo el alba y el sueño la transportó al sueño del sueño de su madre. Libertad para las mujeres, libertad para las Diosas, creadoras de vida.
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