Tenia la facilidad de irse a la cama con las mujeres por las que se apasionaba o en las que percibía el deseo por él. Se sentía seducido por la idea de ser seductor y corresponder por vanidad. Un beso, una caricia, dos cuerpos desnudos, pulsos acelerados, se alivia la angustia. Un cuerpo tibio al costado de otro enfriándose. Se caen los correctores visuales y se miran a los ojos nublados, borrosos, miopes y se comparten el silencio.
Equilibra el frio con el calor de la ducha con un sistema antiguo. Se enoja cuando de pronto cae un chorro de agua muy caliente. Suena el hervidor, suena el teléfono, suena el timbre. Coge con prisa la toalla, se seca y se viste. Todo en silencio nuevamente. La habitación se llena de un latido de corazón que se acelera y se apaga, la intensidad se apodera de su cuerpo, un rave, son sonidos en bajos expulsados de su mixer. Vuelve a sentir la sensación de la adrenalina, se mira el pecho y puede ver el vacío. Ella ha sobrevivido a un día más sin suerte, sin pretendientes y sobre todo sobria.
Los latidos de los felinos son más rápidos que la de los humanos. Las luces se apagan, la ciudad se queda en absoluto silencio, son las tres de la madrugada y la neblina se entrelaza. Se levanta de la cama, voltea a ver el cuerpo desnudo, tibio, respirando al son de un sueño profundo. Con quién soñará, seré yo la razón de sus pesadillas o de sus dichas, pensó mientras contesta al último mensaje de Alicia. Apagó las luces y aseguró la puerta antes de irse sin despedirse de la penúltima mujer que había conocido.
No, no creo que lo entiendas, no sé cómo demostrar amor más allá de entregar mi cuerpo al deseo del otro o por el otro. Y el vacío me abraza desde adentro, me arrastra hacía la intuición de huir, es huir o matar. No, no te rías, ni me mires con espanto que la única forma de escapar de ese vacío, en ocasiones, es ir a refugiarme en un cuerpo tibio, sus nombres, sus rostros, sus datos no los recuerdo. No sé quienes eran, no sé quienes serán. La constante es el brillo, a veces artificial otras natural, como una chispita mariposa o un carbón de leña. Se pausa el vídeo.
El hombre que subió a su cama se encontraba durmiendo profundamente. Su celular timbrando sin número registrados, con mensajes vanos y sin nombres. Ella lo mira, celular en la mano, se preguntó quién le grabó, por qué dijo todo eso, a quién y más interrogantes que se presentaban a medida que lo observaba indefenso. No es la primera vez que no puede dormir y tampoco es la primera vez que decidió subir a un extraño a su habitación al primer saludo. Supone que es su día de suerte, su intuición no le falló. Los felinos tienen la habilidad de mimetizarse con su ambiente al observar a sus presas antes de acabar con ellas.
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