Sus mensajes cortos ininteligibles a su ceguera. Ceguera que en sus sueños aparecen en forma de amantes cogidos de la mano surcando andes, volando como aves. Susurros. Qué te sucedió pequeño saltamontes. La espera desespera rezaban por ahí, otros decían que la falta de voluntad y determinación habían sido la respuesta.
Cortó el hilo esmeralda esperanza. Ahí no hay más que pantanos, un movimiento en falso y te tragará lentamente.
La distancia, el silencio y el recuerdo su nueva forma de vincularse. De qué hablas rumiante nostálgico se reprocha mientras mira su reflejo en el espejo, ya no ha quedado nada de esos años mozos.
Se apagaron las velas, la noche se encendió con esas fulgurantes estrellas, era la puna y el frio calaba los huesos, en ocasiones rehacia y deshacia lo que no podía olvidar. No, no quería olvidar.
Aún habían aves que cantaban al amanecer, atizaba el fuego y la leña crispaba, soltando chispas que duraban unos segundos como algunos encuentros finitos, infinitos en su impacto. Sonreía y esperaba por el café de las mañanas. No, no había pan ni aceitunas.
Desde su ventana divisaba un camino serpenteado, a veces con camiones, otras con caballos grises cargados de bultos, con niños, niñas, mujeres y hombres que se sentían afortunados. Eran una familia.
Coge su regadera y empieza a dar agua a las flores antes de que el sol se ponga achicharrador. Qué hermosos colores, belleza conmovedora. Si tan solo hubiera tenido el valor de aventurarme una noche entre sus brazos, una noche entre sus piernas, una noche que se hubiera vuelto repetitiva. Una vida de amantes.
Toma su pincel y traza un rostro, son muchos rostros envejeciendose junto a él, es la misma persona a quien ama.
La sala se llena de música, aquella que disfrutaba pensandole, esta vez se observa una escena rutinaria con algo de fantasía. Sí, de seguro que le hubieran gustado esas flores y esos felinos, piensa.
Es la distancia, es el silencio, es la forma de mantenerle junto a él en una vida rutinaria.
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