lunes, 27 de noviembre de 2023

El escritor, el que era mago.

Fantaseo, a veces a meno a veces cruel, pero aún no obsceno.

Esa noche, después de unas tacitas de té especial, un par de copas de vino, la llama cociendo manzanas verdes, le pregunté si me había visto salir sin lentes, que de noche me olvido de usarlos. No puedo hacer fotosíntesis, soy fotofóbica. Él explicaba sobre cómo hacer chicha morada y mi mente viajaba en escenas de mis futuras películas, en una, aparece esa mujer que le fascina los hombres con cicatrices. Miraba sus marrones ojos pequeños, un accidente, muchos huesos rotos, no despertó de la misma forma en esa oportunidad. Qué haría esa mujer con aquel hombre, le lamería la cicatriz mientras se besan bajo el éxtasis de las drogas que destilan al conectarse. Entonces, agrego, tiene que hervir en fuego muy lento y cerca de dos horas para tener la real chicha morada.

Vuelvo a la cama, después de muchas horas fuera. Entre las sábanas esta mi gato negro, iniciando el ronroneo y emanando su calor que me calienta. Esos rostros a los costados que me miran como muertos, cayendo en el proceso de putrefacción, los veo, no me asustan, están ahí frente a mi cara a menos de 50 metros, cierro los ojos y me dejo caer.

Reflexiono mientras me pinto la boca de rojo sangre como la que se seca después de un crimen imaginario, son solo gotas que torpemente salen del corte que acompaño a la de las tajadas de camotes. Acaso a los hombres les gusta ver como las mujeres bonitas pierden los estribos frente a ellos o quizás a causa de ellos, quieren verlas agresivas, quizás salvajes, no solo quieren que se vuelvan sensualmente locas, mujeres sublimemente perdiendo los papeles, siendo un poco más morbosos, bajo el sol del campo cerca al rio cerca de las aceras urbanas, mujeres con los pies desnudos chapoteando en las orillas de los ríos, con sus sonrisas burlonas, agresivas, dramáticas sexuales.

Sí, me gusta ver cómo van creciendo mis dos o tres canas, me gusta mi cabello negro, me gusta tus ojos marrones y tu voz arrulladora, me gusta tu sonrisa, me gustas musa. Claro, la nueva pastelería tiene los mejores muses de maracuyá y chocolate, pienso que tú sabes a eso. Saboreo el primer bocado, y el segundo y hasta que al final me quedo con ganas de más mus, musa.

Que parece que siempre se acaban las historias que contar, que inventar, un día quieres dedicarte a ser una escritora que escribe las novelas, los cuentos que tanto te gustaría contar, las canciones, cantar y cantar como si fuera un ave en extinción, de esas que también le gusta bailar, volar y brillar.

Me manda un mensaje preguntado donde estoy, le llamo, le indico que estoy a unos minutos de él, me digo que ser grosera no está bien que haga el esfuerzo de portarme bien, vamos por unos tragos, saca unos cuantos libros que me cambian el humor, parece que ese hombre es un mago. Sí, le di un beso en la frente, le pagué el trago y le agradecí por haberme regalado su tiempo y hacerme entender que la poesía era eso.


viernes, 17 de noviembre de 2023

cabellos en mis dedos

Y tú libertador, acaso eres la respuesta a alguna plegaria

¿una respuesta de los Apus?

¿es contigo que aprenderé el lenguaje de las aves?

en esta tarde cuyo manto es gris y rosado

me preguntó si también escuchas mis latidos encendidos como fuego frío al compás del tuyo


Los martes son de consulta en la casa azul

en la mente aturdida no hay señal

los cantos, las danzas, los sonidos chirriantes

las pesadillas indignantes, se van como el agua dulce

lo único que se queda son los restos de tu cabello en mis dedos

 

 

 

 



martes, 14 de noviembre de 2023

No hay agua, no habrá flores.

Me quede con su pregunta;  por qué ya no hay kairos entre nosotros, escarbe en mis pensamientos, no quise responderme, no quise darle mayores explicaciones y me fui. Me sentí absurda por negar mi vulnerabilidad, acaso no es humano esperar algo de amor que fluya de ambos lados. 

Mis pensamientos pasaban  como el viento que te hace correr por tu sombrero, como el agua de río  que te enfría los pies mientras el sol calienta tu cabeza. Escribió que estaba harto de esa maldita mentira, que le siga hablando de ese imbécil que ni lo conoce y que ni se atreve aceptarse en su vulnerabilidad que se reflejan en mis ojos. Sé que me rechaza por miedo a esto.

Somos frágiles, somos vulnerables, no queremos que otros nos hagan daño o hacerles daño, claro que no quiero eso hasta que me siento orillada. Actué en base a esa vulnerabilidad a esa fragilidad que como dicen las frases de la internet no es la de una flor sino la de una bomba. Exploté. Ataqué sin piedad pero con sorpresa, dejé la tierra más árida de lo que ya estaba. No hay agua, no habrá flores.