sábado, 16 de septiembre de 2023

La noche de los cazadores.

El último sueño antes de acceder al árbol de la vida, entre mis piernas se encontraba sentado el lobo maldecido a quién intentaba morderle el cuello como juego, en un campo con una sensación de infinitud que se enfocaba en nosotros, de arriba hacia abajo.

Enlaces químicos, inmanentes como el designio  de los Dioses del cuál ni Edipo pudo escapar. Esta noche conoceremos el inframundo para regresar en cuerpos celestes. 

Chakruna, que se liana en la columna vertebral, minerales calientes, soplo de las montañas, vientos que envuelven y llevan al espíritu en sus lomos a pasear por el reverso del universo.  Me muerdes los labios hasta sangrar para santificar el tiempo y espacio de este recuerdo archivado, expuesto, escondido, engullido. 

Dónde estaba Freya cuando inicié la danza de la muerte y la transmutación, cuchillas filudas como agujas atraviesan el cuerpo, encienden las emociones para guiarlas al corazón gélido. Performance, permanentemente frío.

Esta vez el cadáver exquisito terminó con el canto del ave que no se escucha más que por una cuestión de escisión de la realidad auditiva, sí, fuimos secuestrados unos segundos, minutos y horas por el poder de la sensualidad de la diosa Kali.

Salir de la cueva llevándote la antorcha solo para incendiar el escenario de afuera. Ver como la sombra se convierte en humo y ella usa esa realidad increada. Me asfixia, me ahoga, me quema, me transforma. 



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