miércoles, 3 de enero de 2024

Sal del bosque, deja las telarañas

Sí, los gatos parecen unos niños mimados, silenciosos, acosadores, agresivos y con esa mirada directa, desafiante, pero inocente siempre inocente, olvidas todo.

Acosarlo no iba a servir, la ciudad es muy pequeña, muchos ojos, muchos oídos atentos a cada paso, un retroceso y puedes caer. Esta bien, haré el esfuerzo de buscar cómo acercarme. 

Él esta metido en su burbuja, no hay oportunidad de encontrarlo a solas. Anoche, intenté interceptarlo sin éxito, lo deje escapar entre sus sueños y las mustias sábanas que cubren su cuerpo. Una habitación,  ordenado como sus horas y días. Entiendo que es un hombre metódico. La última aceituna  y los dos o tres sorbos que quedan del café caliente y tendré que tomar una decisión. 

Ha volteado en varias oportunidades, supongo que sintió que lo he estado vigilando, mi mirada que se retira al láser de sus pupilas, esas que días atrás intenté retener en las mías. Disculpe, me podría decir cómo llegar a tal dirección, claro, ve de frente unas dos cuadras más voltea a la izquierda y junto a la casa verde está el lugar que buscas. Se fue con una sensación extraña, lo pude notar porque se quedo parado unos segundos sin saber qué más decir, pero con toda la intención de que tenía algo que agregar. 

Mientras afilaba la punta de la flecha, me decía que quiero que el piense que yo soy la mosca y no la araña, ni siquiera se imagina que soy quien tejió la telaraña.  Mostré mi cuello en señal de sumisión, le conté quién soy yo para que confié, para que me conozca y quise saber cuales eran sus intensiones, nunca dijo ni una palabra, no devolvió el mismo trato, al contrario creyendo que tenía todo el poder me escupió y trató de hacerme ver como una pobre mosca que daba vueltas en su mierda. Asqueada corte la telaraña y me fui por el bosque a quemar todo su rastro, a cavar un hoyo donde grite y grite hasta que mi voz cambio de ser dulce a grave. 

Le pedí a los seres bestiales que me detengan, que me abracen y me mimen, una noche más, solo una noche más para dejar el deseo de bañarme en su sangre mientras su corazón aún bombea y se mantiene tibia al contacto de mi piel. Ellos se compadecieron de mi dolor mientras les decía que me había mentido, no respeto mi ser, me mintió, eso es algo imperdonable. Vomité un par de horas, vomité hasta quedarme dormida. Las bestias lamían mi sudor y me abrazaban con tal amor que desee ser parte de ellos. Ve, sal del bosque, aquí aún no perteneces, eres demasiada humana como para estar entre nosotros. 

Con el cuerpo renovado, con los sueños sin parálisis, con los huesos firmes, tome un par de flores me las coloque en mi cabecita y me puse a silbar una tonada de canción de amor, otra tonada de canción de cuna y me sentí aliviada, mi tristeza se fue, me corté las manos para dejar de jugar con las telarañas. Me alegré de haber sido amada por los seres del bosque y que éstos me hayan quitado el odio y entregado otra formas de amar(me). Mi gato negro me dio al alcance y empezó a jugar conmigo -que soy su gata bruja- como los días antes de querer ser esa mamífera que quiso estar enamorada.

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